Una mañana
de primavera, abandoné ese mundo hostil y cruel en el que vivía. Me lancé por
un camino llenos de espinos. Espinos floridos que le daban un aspecto
singular. Sabía guerrear con esta clase de flores, así que feliz y
contenta comencé una nueva vida.
En medio
del camino encontré un "Cardo Mariano" que con sus flores moradas me
confundió y creyendo poder hallar alivio para mis males, lo que encontré
fue a un ser adusto, oscuro y cruel que emanaba el más mortífero veneno con el
que te succionaba, hasta quedar atrapada entre sus espinas. No obstante, antes
de rechazar a este ser tan insociable, intenté atraerlo tratándolo con todo mi
amor. Así, comencé mi andadura con este "Cardo" que más que
"Mariano" era "Borriquero" y casi me manda al otro mundo.
Me agotó hasta tal extremo que creí haber perdido toda mi esencia, mi
personalidad, todo.
Hubiera muerto en el intento a no ser por la
ayuda de un abejaruco que convivía en esos lares. Me apoyó hasta tal punto que gracias al cariño que me brindó sin condición alguna me salvé. Una vez recuperada,
retomé el vuelo desenganchándome de aquel maligno cardo. Quise que el abejaruco viniera conmigo, pero decidió quedarse
en su hábitat. Mantuvimos buena relación
pero con la mala influencia de este cardo asesino que anulaba su voluntad,
dejamos de tenerla.
Esta
abeja, partió a otros mundos y encontró otros abejarucos con los que hizo
amistad pero nunca olvidó al primero.
Bonito relato. Muy buen comienzo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Mar.........
ResponderEliminar