Amaneció
y nuevos estímulos le impulsaron a continuar luchando para superar las
dificultades que con tanto misterio le planteaban.
Lo
trataban como si fuera un salvaje. No entendían su cultura, su educación… que
las diferencias étnicas eran superables, que no llegaban al extremo de producir
tal rechazo… Era una persona empática, de temperamento templado.
Encontró
una nueva oficina de extranjería, y con su amplia sonrisa, presentó la cita
obtenida en el portal de inmigración.
Le
negaron la entrada. Alejándose, blandió
la lanza maldiciendo (en suajili) al empleado.
Aún
tenía otra dirección y allí se fue envuelto en su maravillosa túnica.
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