Se dejó arrastrar por el pánico, hasta que comprendió que, talento era lo que le sobraba; que cuanto le ocurría no era sino la consecuencia de las artimañas desmedidas de aquellos que soñaban con arrebatarle su liderazgo.
Conforme meditaba, una corriente
salada llegaba a sus ojos e inundaba sus
mejillas. Un torrente que arrastraba su desesperación y dejaba aflorar la energía en su pecho.
Sus lágrimas se fueron secando conforme
renacía la pasión, que antaño la
incendiaba. El entusiasmo la ayudó a mirar a la humanidad desde una nueva atalaya.
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