Empecemos por Praga.
Porque el calor de sus gentes
diluye la nieve, y el hielo, y el frío, influyendo a que tu estancia sea
agradable y divertida.
Porque la decoración con motivos
y mercadillos navideños la hacen diferente de cualquier otra estación,
en la que seguro no dejará de ser
preciosa.

Porque conserva su pasado imperial, que contrasta con la
sencillez de sus gentes.

Y luego, callejea disfrutando de
la peculiaridad que ofrece (por ejemplo)
la configuración del “Barrio judío” y los motivos que lo diferencian, las casas
que se distinguen por el símbolo del propietario, el templo construido por diferentes familias
al margen de la “iglesia”…
Y mucho más...